18 jun 2008

Cuando intercedemos a favor de otros, nos unimos con Jesús en su poderosa obra de intercesión.

Jesús es el único Intercesor justo. El es el peticionante todopoderoso. Isaías, el profeta evangélico, describe el ministerio del Salvador de la siguiente manera: “Cargo con el pecado de muchos, e intercedió por los pecadores”(Isaías 53:12).

El libro de los Hebreos añade: “Vive siempre para interceder por ellos” (hebreos 7:25).

Constantemente estamos presentes en su amor infinito. Momento tras momento, él intercede por nosotros.

Nuestras mentes no pueden abarcar este amor asombroso y no obstante, es cierto.

Cuando buscamos la gracia de Dios a favor de otros, nos unimos con Jesús en su obra de intercesión. Nuestras oraciones manchadas y contaminadas por el pecado, que pasan por los canales corrompidos de nuestra humanidad, son purificadas por su justicia.

Al interceder por otros, nuestros corazones se unen con el suyo. Nuestras mentes están conectadas con sus propósitos divinos. Llegamos a ser uno con El mediante la intimidad de la oración, con lazos de amor entrañable.

Si usted quiere comenzar hoy a unirse a Jesús en su ministerio de intercesión, puede hacerlo de la siguiente manera:

1-Jesús apartaba períodos específicos sólo para interceder. El evangelio de Marcos registra: “Levantándose muy de mañana, siendo aun muy oscuro, salio y se fue a un lugar desierto, y allí oraba” (Marcos 1:35).

A menos que nosotros también apartemos momentos específicos para la intercesión, las ocupaciones de nuestras vidas pueden impedirnos que oremos. El paso acelerado de la vida en el silo XXI a menudo acalla la suave voz del Espíritu.

Encuentre un lugar privado para estar a solas con Dios. Puede ser una habitación en su casa, una oficina, un estudio o un dormitorio. Puede ser un lugar en la naturaleza, un parque, un bosque, un campo, o cualquier lugar donde pueda estar solo (a) con Jesús.

2-Jesús intercede por personas definidas. El Salvador estimulo a Pedro con estas palabras especificas:” Yo he rogado por ti, que tu fe no falte” (Lucas 22:32).

Jesús oro específicamente por Pedro. Presento por nombre a Pedro ante el Padre.

¿Qué gozo debe de haber sentido Pedro al saber que Jesús estaba orando por él, por nombre! Las Escrituras nos animan a orar los unos por los otros: “¿OH, si alguien llevara la causa de un hombre ante Dios!” (Job 16:21). Suplicar por otros, uno a la vez, es la obra de los intercesores de Cristo.

Haga una lista. Anote el nombre de unas pocas personas definidas y comience a buscar a Dios diariamente por ellas.

3-Las oraciones de intercesión de Jesús a menudo eran pronunciadas en voz alta. Un estudio cuidadoso de la vida de oración de Jesús revela este hecho sorprendente.

Cuando los discípulos se acercaron a él, como lo registra Lucas 11, oyeron sus poderosas oraciones y se emocionaron hasta lo intimo de sus corazones. Cuando intercedió por este mundo en Getsemani, pocas horas antes de su crucifixión, cayo sobre su rostro tres veces y oró diciendo: “No sea como yo quiero, sino como tú” (Mateo 26:39).

Cuando oramos en voz alta, las huestes de Satanás tiemblan y huyen. Satanás no puede soportar el sonido de nuestras oraciones fervientes que ascienden al trono de Dios. Orar en voz alta concentra nuestros pensamientos y hace que nuestros pedidos sean definidos. Esto dice la pluma inspirada: “Aprendan a orar en voz alta cuando únicamente Dios puede oírlos”, (nuestra elevada vocación Pág. 132.)

Aunque ciertamente la oración silenciosa, en el pensamiento, tiene su lugar, nuestro Señor nos invita a unirnos en ferviente intercesión, orando en voz alta, elevando nuestras súplicas a él en oración.

¡Le gustaría ser un intercesor poderoso? ¡Le gustaría elevarse a nuevas alturas en su experiencia cristiana?.... ¡Le gustaría desarrollar un compañerismo mas intimo y mas profundo con Jesús?.

Únase al ministerio de intercesión de Jesús:

1-Separando un momento especifico para la intercesión en un lugar tranquilo.

2-haciendo una lista de oración con los nombres de personas definidas.

3- Orando en voz alta donde solo Dios puede oírlo.

Observe lo que Dios hace. Se sorprenderá de los resultados. Sentirá que su corazón es atraído a él en formas nuevas e intimas. Sentirá de nuevo que él es fiel y todavía responde a las oraciones de su pueblo.-