14 sept 2008

NO HAY CASOS DESESPERADOS

Cuando un verdadero discípulo de Cristo pensaba en los vastos e inacabables recursos de Aquel a quien seguía, escribió sobre “Aquel que es poderoso para hacer todas las cosas mucho mas abundantemente de lo que pedimos o entendemos”.

Por supuesto, el discípulo era San Pablo. Alguien que, fuera de toda duda, tenía el punto de vista de Jesucristo. Y, dado que él tenía ese punto de vista, Pablo sabía definidamente que si él se ponía suficientemente fuera del camino el Espíritu Santo de Dios podía y quería actuar a través de él (Pablo) “mucho más abundantemente de lo que pedimos o entendemos”.

Nosotros, los seguidores de Cristo, ¿realmente lo creemos? Decimos que creemos que la Biblia es el santo libro inspirado de Dios. Decimos que creemos en las epístolas paulinas, pero ¿realmente creemos que Jesucristo puede hacer las cosas mucho más abundantes de lo que pedimos o entendemos? Si es así, ¿por qué no actuamos de acuerdo a esa promesa?

¿Creemos o no creemos que hay casos desesperados en los cuales Cristo no puede hacer nada? Estoy impulsada a repetir la pregunta no por nosotros sino por El:

Como creyentes, ¿creemos o no que hay casos desesperados en los que cristo no puede intervenir?

¿Qué del alcohólico o del mentiroso inveterado o del jugador o de la prostituta con sus vidas de desesperación y fracaso? ¿Qué de esa gente? Cuando escribo estas líneas, casi estoy oyendo sonar mi teléfono, esperando contra esperanza que un alcohólico de buen corazón, de maneras elegantes pero al parecer desesperante llamará desde alguna parte de las sombras frías y lluviosas de esta noche de Chicago. Confío que Dios hará que este muchacho finalmente comience a actuar según el conocimiento que él tiene sobre su caso “desesperado”. Por diez años, ha sabido lo que tenia que hacer. Sabe que debe rendir la última copa a Cristo. Mi amiga y yo hemos estado orando y esforzándonos con el durante mas de 2 años. Su madre cristiana en Little Rock ora con nosotros y cree con nosotras que, aun cuando los años se están acumulando sobre su hijo, no hay tal cosa como un caso desesperado para Jesucristo.

No hay casos desesperados para Cristo. Si creemos que los hay, estamos mirando el pecado del presunto caso desesperado y no al pecador. Simplemente no estamos mirando a Cristo y sus recursos. No hay casos desesperados para Aquel que es capaz de “hacer todas las cosas mucho mas abundantemente de lo que pedimos o entendemos”.

Un creyente me apretó la mano después de un compromiso de predicación no hace mucho y sacudió pensativamente su cabeza mientras preguntaba: “¿Cómo se atreve usted a pararse allí y prometer que hay casos desesperados cuando solo ha sido cristiana por un corto tiempo? Mi cuñado ha sido alcohólico durante veinte años. Nunca hemos dejado de orar para Dios lo cambie. Pero sigue en ello. ¡Y hemos decidido que es un caso desesperado!”

Yo puedo pararme en cualquier parte y prometer a cualquiera que no hay casos desesperados para Cristo basándome en la total autoridad del mismo Hijo, que dijo: “He venido para que tengan vida y para que la tengan en abundancia”.

Puedo prometer que en El no hay casos desesperados porque mi Señor se atrevió a decir de sí mismo lo que ningún ser humano jamás se atrevió a decir: “Yo soy el camino, la verdad y la vida”. Y no quería decir un camino de tinieblas y desesperación y pecado y encierro en sí mismo. Quería decir el Camino de la libertad y la esperanza y la vida eterna. Quería decir el camino fuera de las tinieblas a la Luz de su Amor. Y si Cristo Jesús no puede apoyar las declaraciones que hizo, si no pude sostener las sorprendentes declaraciones que pronunció, entonces es el farsante más grande que jamás haya caminado en la faz de este mundo. Si no pude creer en El, ¿a quién voy a creer?

Más que eso, aún que ser capaz de poner todo su peso sobre la promesa de Cristo, sobre la palabra hablada por Cristo, puedo prometer a cualquiera, en cualquier momento, en cualquier parte que en El no hay casos desesperados, ¡porque El pudo redimirme a mi!

Muy tranquila y calmadamente, baso mi vida eterna en el hecho de mi Salvador y mi Señor Jesucristo. Sé que cuando el miró y me vio tres años y medios atrás, no vio para nada un caso desesperado. Vio a otra criatura de las suyas, que había retorcido todo su plan y su naturaleza por el pecado y su capricho y dureza de corazón. Vio a alguien de su creación dando casi completamente la espalda a lo que El había planeado para ella. Pero no vio para nada un caso desesperado. Porque El se conocía a Sí mismo. Me vio a mí desde el punto de vista de si mismo. Y conocía sus propios recursos.

El verdadero discípulo, si Cristo ha de poder usar sus recursos a través de él mientras camina por esta tierra llena de problemas, debe tener el punto de vista de su señor. Y Jesucristo sabe que para El no hay casos desesperados.


Extraído del Libro Descubrimientos de Eugenia Price